Las Comunidades y el Monte







Comunidades Originarias del Chaco
Aunque no existen registros de la llegada de las primeras etnias chaqueñas desde el alto Amazonas, sí sabemos que al momento de la conquista, el Chaco ya estaba habitado por comunidades originarias. Como grupos semi-nómades, alternaban la pesca en las áreas ribereñas con la caza y la recolección de frutos del monte, especialmente en la época de lluvias. La agricultura era una actividad marginal. Mantenían relaciones de intercambio y reciprocidad, entre grupos “ribereños” y grupos “montaraces”. El Gran Chaco nunca fue conquistado por los Incas, aunque si hubo intercambios culturales y comerciales entre los pueblos andinos y los habitantes del chaco.
El Gran Chaco nunca tuvo demasiado interés para los españoles, no habiendo recursos mineros que explotar, oro, plata, estaño, ni condiciones de suelo y clima atractivas para hacer agricultura. Sin embargo en el siglo XVI empiezan las primeras incursiones “blancas” a la zona, como una forma de controlar o amedrentar a las comunidades originárias y mantenerlos al interior del Chaco. Hay numerosos testimonios entre los siglos XVI y XIX de la “belicosidad” (o “resistencia”) de las etnias chaqueñas (y de las guaraníticas, que habitaban la margen occidental del chaco) a la presencia del colonizador.
Hacia 1859, empiezan las primeras acciones militares, de aniquilamiento primero, de sometimiento después (a partir de 1870) de las “indómitas” poblaciones indígenas, con el objeto de despojarlos de sus tierras, pero principalmente para incorporarlos como mano de obra barata a las estancias salteñas y jujeñas y luego sobre todo a la producción azucarera.
Pintando el Mundo Wichí
El pueblo y su artesanías
Hoy subsisten, desperdigadas sobre el territorio, un numeroso grupo de comunidades de Pueblos Originarios, Wichí, Tobas, Pilagá, Mocoví, Chulupí, Tapietes, Chorote, y también de origen Guaraní, como los Chiriguanos y Chané.
Estas comunidades, se caracterizan por ser grupos sociales de mayor pobreza de la Argentina, medidos con los indicadores tradicionales (ingreso per cápita, desnutrición, mortalidad infantil, analfabetismo, acceso a servicios de educación, salud y agua potable), en general ignorados por los gobiernos. El Departamento Rivadavia ocupa el triste privilegio de ser el segundo departamento más pobre del país, después del departamento Ramón Lista en el chaco formoseño.














Un problema importante es que fueron perdiendo sus tierras, las que históricamente fueron suyas, y hoy viven en “Misiones” muy reducidas, a veces careciendo de todo tipo de título de propiedad. El avance de la frontera agropecuaria también ha ido reduciendo el monte dónde cazaban y recolectaban. A todo ello se agrega la estructural carencia de agua: especialmente en el chaco semiárido, en las áreas rurales, el agua destinada al consumo humano procede en la mayoría de los casos de las acumulaciones naturales -aguadas y cañadas – y de las represas construidas, en donde también abreva el ganado y donde el agua ha quedado estancada desde el final de las últimas lluvias, sin condiciones para potabilizarla.
Las comunidades prácticamente no tienen ninguna posibilidad de empleo. Algunos, cuando pueden, hacen changas en fincas vecinas. La artesanía ha sido en los últimos 20 años una de las pocas posibilidades de generarse un ingreso, pero tampoco lo es para todos.
Hilda Rosa de Saravia, la artesanía en cerámica como proyecto de vida
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